El Mate en la Tradición Argentina

El mate ejerció sobre el hombre primitivo de nuestra campaña una influencia muy particular. Su habito conformó una imagen recogida en relatos de viajeros del siglo pasado; como así mismo en nuestras iconográficas de diversos pintores argentinos y extranjeros de la época. Algunas de estas narraciones, reflejan con extraordinaria fidelidad rasgos esenciales del medio y del ambiente, y cuánto significaba el mate para el mismo. Juan Parish y Guillermo P. Robertson, en su relato "El Vivac"(1815), expresan: "La primera distracción del gaucho, después de cumplido su afanoso trabajo, es el mate. De manera que, tan pronto como terminaban sus tareas, salían a relucir las rústicas y abolladas calderitas y enseguida podía verse a los hombres llenando los mates y chupando las bombillas, mientras caminaban a paso lento o bien permanecían sentados junto al fuego sobre una cabeza de vaca y fumando cigarrillos de papel. Era el preludio de la cena más suculenta que pueda imaginarse: sobre los fuegos, y ensartados en largas estacas de madera o en brochetas de hierro, inclinadas se veía una media docena de asados compuestos de las mejores partes del animal; el olorcillo de la carne asada, llenando el aire, abría cada vez más el apetito. Una vez todo en calma, los hombres cubiertos con sus ponchos rodeaban los fogones y seguían fumando cigarrillos y tomando mate". Esa costumbre de inveterada cortesía del gaucho de antaño, subsiste todavía en el paisano actual: ofrece el mate y se toca el sombrero en un gesto de respetuosa deferencia hacia el invitado. Forma parte de esa educación innata del hombre de campo, quizá por su alejamiento de los centros poblados y no estar sometido a las tensiones y modalidades de convivencia de los habitantes de las urbes importantes. Identificado con la tradición y pueblo argentino, el mate se transforma, al margen de su carácter alimentario, en una verdadera simbología representativa, que en muchos casos todavía se sigue manteniendo, en particular en zonas alejadas del interior del país. En la inmensidad de la pampa abierta, el gaucho al tomar mate, contemplaba absorto el mundo exterior que lo rodeaba, en silencioso recogimiento, su espíritu se sumergía en sentimientos evocativos, que lo llenaban de nostalgia y tristeza, bagaje natural de sus tribulaciones. Hay algo que trasunta en el paisano actual ese mismo sentimiento, y que confirma la herencia que su noble antecesor le ha confiado como legado permanente y parte de una tradición, que el progreso y sus costumbres condicionantes no ha podido destruir.